Palabra de la Santísima Trinidad (Volumen 11)

Fue durante una reunión del grupo de oración. Jean-Marc sintió de repente la presencia de Dios tan intensamente que estalló en lágrimas. Una gran luz lo invadió, tan deslumbrante, tan brillante que nunca más lo olvidará. El 17 de junio de 1987, en un prodigioso Misterio de Amor, la Santísima Trinidad le dijo: "Escribe". Desde esa inolvidable fecha, Jean-Marc ha escrito...

"Los mensajes que vais a leer, que vais a profundizar, sólo pretenden despertar en vosotros la fe, infundida en vuestro corazón en el momento de vuestro bautismo, tan pequeña como un grano de mostaza, esta fe que tenéis la vocación de hacer crecer hasta convertiros en un gran árbol, de la que habla el Evangelio, esta fe en las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad:

- el Padre, el más amoroso, fuente de toda santidad..;
- al Hijo encarnado para redimir toda la carne;
- al Espíritu de toda santidad, que viene a nuestros corazones para cambiarlo hasta que se convierta en como el de Cristo y, finalmente, para presentarlo al Padre como una ofrenda de olor agradable...

Gracias, Jean-Marc, por habernos dado sus mensajes. ¡Sin duda ayudarán a iluminar y calentar muchos corazones en el duro camino al Cielo! »

(Abad Bertaina, sacerdote y Doctor en Teología)

"Vuélvanse a mí y a mi Hijo, no se cansen de rezar y pedir reparación por todas las ofensas hechas a Dios.

Es, en efecto, su misión principal rezar por este mundo que se aleja, siempre buscando nuevos placeres, nuevas técnicas y otras distracciones. El egoísmo abre la puerta a otros pecados graves como la codicia, la lujuria, el orgullo, la violencia, el asesinato...

Hijos míos, no os dejéis influenciar por tan malos ejemplos, que llevan al sufrimiento y también al mismo infierno.

Un alma que prefiere vivir sin Dios corre un peligro tan grande como la que camina al borde de un precipicio con los ojos vendados, puede caer allí de un momento a otro, si se niega a abrir los ojos.

La diferencia es que el precipicio del infierno no tiene fondo y no tiene salida. La muerte misma es sólo el comienzo del sufrimiento eterno.

Por lo tanto, Hijos míos, conoced bien la Enseñanza de la Santa Iglesia de Pedro, la que ha permanecido fiel a la que Dios ha elegido para representarle y actuar en su nombre. Tú también, escucha atentamente las preciosas Enseñanzas del Papa Benedicto XVI, que es verdaderamente, como Juan Pablo II, un hijo amado de Mi Inmaculado Corazón.

Es un gran regalo del Cielo que se te da y tiene la misión de poner orden donde hay desorden, verdad donde ha habido falsedad.

Los que se oponen al Papa y sus decisiones, se oponen a Jesús que es la Roca, la Piedra Angular, y por eso se lanzan sobre esta Roca y son ellos mismos la causa de sus propios sufrimientos.

Hijos míos, rezad el Santo Rosario, meditad la Pasión de Jesús, rezad a las almas santas del Purgatorio, llevad una verdadera vida de devoción y oración, y recibiréis una profusión de gracias para vosotros y para todas las almas".

(13 de mayo de 2005, vol. 11, pág. 47)