¿Qué hombre al que se le ha dado la gracia de la oración no ha sentido en algún momento que su vida se transformaría si se le diera el don de la oración perpetua: como si el aire de la gran extensión llenara nuestros pulmones y nos hiciera sentir el infinito? Pero volviendo a la vida cotidiana, tenemos que volver a respirar un aire viciado y tropezar laboriosamente en el suelo, cuando ya habíamos volado al espacio con "alas de águila" (Baudelaire) y vislumbrado el infinito.
Pocos de nosotros han tenido la experiencia más fina, más delicada, más imperceptible (más sutil, como dice San Ignacio) de que la humilde oración del Rosario nos lleva poco a poco a la adoración celestial que toma posesión de nuestro corazón. Bajo la guía del Espíritu Santo, penetramos en lo más profundo de nuestro ser, nuestro hombre interior, el lugar donde Dios habita en nosotros.
Sólo la oración nos abre a la experiencia de este plano de nuestro ser - nuestro propio misterio - que normalmente está cerrado a nuestra conciencia.
¿No ve el hombre que las perlas de su Rosario, que siempre se han deslizado entre sus dedos, en las profundidades de la contemplación, brotan la gracia de la oración perpetua y su vida se renueva?
- Ancho
- 13 cm
- Peso
- 170 gr
- SH
- 49019900
- Altura
- 20 cm