Dios existe. Sus maravillas brillan ante nuestros ojos.
Einstein preguntó: "¿Cómo puedes creer en Dios cuando eres un científico?" Soy biólogo y digo: "¿Cómo no puedes creer en Dios cuando eres un científico?" Uno de los más grandes físicos del siglo XX, Burton Richter, ganador del Premio Nobel de Física en 1976, dijo en la ceremonia de inauguración: "Descubrir una ley científica es leer lo que está escrito en el cerebro de Dios".
Cuando vi los cinco signos visibles de su presencia, poder y amor, sólo le leí el cerebro, sin restar o añadir una palabra que fuera personal para mí. No sabía nada del Apocalipsis, habiendo pasado por él sin entender nada. Mis encuentros impredecibles y providenciales con cuatro visionarios de Siria, Líbano y Palestina me llevaron a hablar de las primicias del Apocalipsis: cinco signos, cinco elementos de ayer y de hoy, que nos conducen por el camino de Damasco, por la Vía de Aquel que apareció en Soufanieh el 31 de mayo de 1984, día de la Ascensión, para declarar a Myrna Nazzour, la visionaria: "Soy el Alfa y la Omega, soy la Verdad, la Libertad y la Paz". Mi paz os doy. Quien no busca la aprobación del pueblo y no teme su desaprobación, disfruta de la verdadera paz y esto se realiza en mí..." Está escrito: "Ningún hombre es profeta en su propia tierra". El mismo San Pedro advierte: "En primer lugar, sepan esto, ninguna profecía de la escritura debe ser explicada. Fue impulsado por el Espíritu Santo que los hombres hablaron de Dios." Espero que haya sido el Espíritu Santo quien me haya permitido hablar de Dios. Lo hice esencialmente para que nuestros jóvenes, nuestros granjeros, nuestros policías y muchos otros no se suicidaran más, para que los políticos pensaran en servir a Dios en vez de al dinero, para que los medios de comunicación dieran prioridad a la verdad sobre las mentiras, para que los sacerdotes fueran finalmente los verdaderos Apóstoles de los Últimos Tiempos.
Leyendo los abrumadores testimonios, hechos prodigiosos y encuentros extraordinarios relatados en este libro, una cosa queda clara: Dios existe, está con nosotros, y sus maravillas brillan ante nuestros ojos.
Jean-Claude Antakli
- Ancho
- 14,5 cm
- Peso
- 310 gr
- SH
- 49019900
- Altura
- 21 cm